POEMAS y DEMAS...

Comparto con las compañeras hondureñas en resistencia un poema de la rusa Marina Tsvietáieva, que desde otros tiempos y en otras tierras nos regala imágenes de otras/las mismas resistencias. Abrazos llenos de rebeldía y amor.

Insomnio 10

Otra vez una ventana
donde otra vez no se duerme.
A lo mejor beben vino,
a lo mejor no hacen nada.
O tal vez, manos unidas,
no separan esas manos.
En cada casa, mi amigo,
hay así una ventana.
Separaciones y encuentros:
gritas, nocturna ventana,
quizás hay cientos de velas,
o quizás sólo tres velas.
Sin reposo
mi cabeza.
En mi casa
ha entrado eso.

¡Hay que rezar por la casa sin sueño!
¡Y rezar por el fuego en la ventana!
26 de diciembre de 1916
Versión de Severo Sarduy

Dahiana 
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Poeta de Guatemala. Publicó entre otras cosas, Poemas de la izquierda erótica

Domingo 12 de septiembre, 1937a las dos de la mañana: nací.
De ahí mis hábitos nocturnos y el amor a los fines de semana.
Me clasificaron: ¿nena? rosadito.
Boté el rosa hace mucho tiempo y escogí el color que más me gusta, que son todos.
Me acompañan tres hijas y dos perros: lo que me queda de dos matrimonios.
Estudié porque no había remedio afortunadamente lo he olvidado casi todo.
Tengo hígado, estómago, dos ovarios,una matriz, corazón y cerebro, más accesorios. Todo funciona en orden, por lo tanto,río, grito, insulto, lloro y hago el amor.
Y después lo cuento.
(Ana María Rodas, 1937)
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Cuando las Cabezas de las Mujeres se juntan alrededor “del fuego”
 (Simone Seija Paseyro    Uruguaya)

Alguien me dijo que no es casual…que desde siempre las elegimos. Que las encontramos en el camino de la vida, nos reconocemos y sabemos que en algún lugar de la historia de los mundos fuimos del mismo clan. Pasan las décadas y al volver a recorrer los ríos esos cauces, tengo muy presentes las cualidades que las trajeron a mi tierra personal.
Valientes, reidoras y con labia. Capaces de pasar horas enteras escuchando, muriéndose de risa, consolando. Arquitectas de sueños, hacedoras de planes, ingenieras de la cocina, cantautoras de canciones de cuna.
Cuando las cabezas de las mujeres se juntan alrededor de “un fuego”, nacen fuerzas, crecen magias, arden brasas, que gozan, festejan, curan, recomponen, inventan, crean, unen, desunen, entierran, dan vida, rezongan, se conduelen.
Ese fuego puede ser la mesa de un bar, las idas para afuera en vacaciones, el patio de un colegio, el galpón donde jugábamos en la infancia, el living de una casa, el corredor de una facultad, un mate en el parque, la señal de alarma de que alguna nos necesita o ese tesoro incalculable que son las quedadas a dormir en la casa de las otras.
Las de adolescentes después de un baile, o para preparar un examen, o para cerrar una noche de cine. Las de “venite el sábado” porque no hay nada mejor que hacer en el mundo que escuchar música, y hablar, hablar y hablar hasta cansarse. Las de adultas, a veces para asilar en nuestras almas a una con desesperanza en los ojos, y entonces nos desdoblamos en abrazos, en mimos, en palabras, para recordarle que siempre hay un mañana. A veces para compartir, departir, construir, sin excusas, solo por las meras ganas.
El futuro en un tiempo no existía. Cualquiera mayor de 25 era de una vejez no imaginada…y sin embargo…detrás de cada una de nosotras, nuestros ojos.
Cambiamos. Crecimos. Nos dolimos. Parimos hijos. Enterramos muertos. Amamos. Fuimos y somos amadas. Dejamos y nos dejaron. Nos enojamos para toda la vida, para descubrir que toda la vida es mucho y no valía la pena. Cuidamos y en el mejor de los casos nos dejamos cuidar.Nos casamos, nos juntamos, nos divorciamos. O no.
Creímos morirnos muchas veces, y encontramos en algún lugar la fuerza de seguir. Bailamos con un hombre, pero la danza más lograda la hicimos para nuestros hijos al enseñarles a caminar.
Pasamos noches en blanco, noches en negro, noches en rojo, noches de luz y de sombras. Noches de miles de estrellas y noches desangeladas. Hicimos el amor, y cuando correspondió, también la guerra. Nos entregamos. Nos protegimos. Fuimos heridas e inevitablemente, herimos.
Entonces…los cuerpos dieron cuenta de esas lides, pero todas mantuvimos intacta la mirada. La que nos define, la que nos hace saber que ahí estamos, que seguimos estando y nunca dejamos de estar.
Porque juntas construimos nuestros propios cimientos, en tiempos donde nuestro edificio recién se empezaba a erigir.
Somos más sabias, más hermosas, más completas, más plenas, más dulces, más risueñas y por suerte, de alguna manera, más salvajes.
Y en aquel tiempo también lo éramos, sólo que no lo sabíamos. Hoy somos todas espejos de las unas, y al vernos reflejadas en esta danza cotidiana, me emociono.
Porque cuando las cabezas de las mujeres se juntan alrededor “del fuego” que deciden avivar con su presencia, hay fiesta, hay aquelarre, misterio, tormenta, centellas y armonía. Como siempre. Como nunca. Como toda la vida.
Para todas las brasas de mi vida, las que arden desde hace tanto, y las que recién se suman al fogón.
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Por Patricia Karina Vergara Sánchez

¿Cómo te atreves?
Insolente.

Pretendes calificarme

sin saber cómo se vive
desde la orilla del acantilado.

Tú, ostentando propiedad

del mundo.
de su idea moral
y del buen proceder.

Te estorbo tanto,

que sería largo
tratar de enumerar,
en exacto,
aquello que juzgas.

Que me he negado

a ser tu musa
o la imagen étnica
que te justifica.
Que me he cansado
de la servidumbre.
Que estoy harta
de la incondicionalidad absurda.

Probablemente,

es porque tomé la opción
de abrir la mirada,
de escuchar mi voz,
de nombrar a mi hermana,
y hube de apropiarme
de mi hacer autonomía.

Entonces, me acusas:


Que soy vanidosa.

Que me falta sabiduría
- para entender tus reglas-.

Que de mi boca salen mentiras

- porque no me puedo tragar tus verdades-.

Porque tomé la palabra.

Porque inventé mi camino.
Me llamas infiel.
Otra vez soy la hereje.
Nuevamente, la pecadora.

Tú, desde la altura iluminada,

sentencias, como si pudieras,
sobre el alma mía,
y me llamas mujer de oscuridad.

Desde tus altares,

ante tus tribunas,
empuñando tu cetro.
Has ordenado desfigurar
la imagen de mi rostro.
Has intentado borrar mi nombre
de los testimonios.

Pero,

no logras el olvido
de mi existencia.

Déjame, Déjame.

Elijo ser la paria.
La infecciosa.
La insuficiente.

Me quedo aquí,

vanidosa,
instintiva,
con mi inteligencia poca,
con mi verdad sombría.

Me quedo aquí,

Sentada en mi soberbia.
Ya que una cosa entiendo.

Una sola, es cierto:


Si ando tan errada;

Si tengo el camino tan perdido;
Por qué insistir en negar
lo que no cuenta.

Por qué tú, desde el poder,

te ocupas de contenerme,
de acosarme, de acorralarme.

Por qué, si soy apenas nada.


Por qué, entonces,

mis preguntas abren grietas.

Por qué si cuestiono yo,

tú y tus jerarquías remojan cimientos.

Por qué, si abro yo la boca,

tú tiemblas.
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Por si acaso

Y si vinieran por nosotras,
iríamos, como la Woolf,
con nuestros libros en la mente,
con nuestro canto por delante.

Y si vinieran por nosotras,
iríamos sabiendo que soñamos lo imposible,
que no dejamos de sangrar porque quisimos,
que no abandonamos en la calle a ningún justo.

Y si vinieran por nosotras,
iríamos con las manos en la nuca,
con el orgullo en alto,
meciéndonos como banderas
con los senos libres de culpa.

Y si vinieran por nosotras,
iríamos porque marchamos,
porque fuimos la tierra,
el caldero,
el agua del rebelde
y el consuelo en la agonía.

Y si vinieran por nosotras
con sus armas largas,
sus uniformes del crimen,
sus puños de patriarcas psicópatas,
iríamos porque entonces,
si vinieran por nosotras,

Alma Karla Sandoval
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La memoria en la piel
En $hile, donde hay que diferenciar al E$tado de $hile de la gente y los pueblos que viven allí, hay una burguesía fa$ha que cree estar en el mejor de los mundos, que da gracias a su mentor todavía, un tirano cuya muerte, yo –y miles- bailamos en las calles.

Igualmente -y eso me da alegrías- cada día se rebela la gente de esos territorios, gente mapuche, gente aymara y muchas otras nacidas del dolor de las abuelas violadas, mescladas, “impuras” –como yo-, de múltiples colores, desde esclavas hasta cautivas.

Todas esas y muchos otros fuimos traicionadas por las cúpulas partidarias que nunca rompieron con la “tradición” de la dictadura. Sin embargo, dicen –yo estoy algo lejos, por ahora- que la conciencia creciente sale a las calles día a día. No lo dudo, les conozco y le quiero.
Les envío -como una manera de acercarme a su lucha en Honduras- desde estas otras luchas en el sur, algunas fotos de las compañeras feministas del grupo de teatro Catalejo, en plena actuación. 

Se trata de la obra “A quién quiera escuchar”, sobre la vida de Luisa Toledo, madre de los hermanos Vergara Toledo, asesinados por la dictadura pino$hetista, de uno en uno, primero en 1985 y luego en 1989…

En la obra esta mujer se debate entre el dolor y la rabia, entre maldiciones y su cristianismo… entre luchas y el sentimiento de un útero desgarrado… Tan revuelto el corazón y el cuerpo de ella como deben estar ahora todos los corazones de ustedes compañeras. De ustedes, sus madres, sus abuelas y todas las ancestras y las diosas, ante tanto crimen en Honduras contra la gente que lucha.

Las dictaduras y los criminales deben saber que aunque pase el tiempo estaremos, todas, siendo el dolor, pero también la rabia que moviliza. Ha pasado mucho tiempo del crimen contra los hijos de la compañera, y hasta las más jóvenes como las actrices de la obra, siguen con la memoria intacta en su propia piel.
Ni Olvido Ni Perdón, Castigo a los asesinos.
Victoria Aldunate Morales
 
                                                   

 





chile-Bolivia
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